martes, 21 de diciembre de 2010

Decisiones

"El horror se apodera de aquel que, al pasar los años, cae en la cuenta de que la resignación se convirtió en la mejor de las decisiones...".

martes, 23 de noviembre de 2010

La espera

"Lo único perpetuo y constante que he hecho en mi vida ha sido esperarte...".

domingo, 12 de septiembre de 2010

Tacto

"Y al cabo de los años, me convertí en el recuerdo que tus manos dejaron en mi piel..."

martes, 31 de agosto de 2010

La noche en que la Luna se fue de vacaciones

Pasó algo bien raro cierta noche. De repente, todo era oscuridad. No es que fuera una de esas noches de noche nublada, no es que un apagón inesperado hubiera dejado a todos buscando velas por los cajones. Nada de eso. Simplemente, la luna llena no estaba: el cielo estaba negro, negrísimo y las estrellas revoloteaban desconcertadas como canicas tiradas al suelo.

Eso sí, ni rastro de la Luna.

Al principio todo fue estupor.

Los apocalípticos, asombrados, pensaron con cierto tembleque que, ¡Juan, por Dios!, al final sí que iban a tener razón.

Ante tal giro de los acontecimientos, un frustrado Romeo con su laúd a cuestas decidió cancelar su visita al balcón de Julieta porque para una serenata a la luz de la luna se necesita precisamente eso, la luna.

Julieta, como era de esperar, se lo tomó fatal.

Los ladrones de joyerías tuvieron que rebalancear su presupuesto a última hora incluyendo un gasto extra de pilas y linternas, con lo cual llegaron a la conclusión de que lo comido por lo servido, se fueron a casa, dejaron las medias en el cajón de sus mujeres y se echaron una partidita de mus, órdago, ya llegarían más noches.

El hombre lobo, que disponía de noche de luna llena libre por primera vez en décadas, se fue de copas hasta altas horas de la madrugada, volviendo a casa borracho y despreocupado, y gritando con cierto deje andaluz "¡que arguien ensienda la luuuuuuuuuuuuuuuuu!".

La gente salía a la calle en camisón y pijama, los boletines horarios de la radio se hacían eco de la noticia y todo el mundo quería ser el primero en señalar una esquina del cielo mientras hacían notar a una luna escondida. Sin embargo, nadie la encontró.

La Luna seguía sin aparecer.

La única conclusión a la que se llegó era que no estaba dónde se la esperaba. ¡Falta injustificada!, dijeron algunos. ¡Despido inmediato!, comentaban otros.

Mientras tanto, al otro lado del Sol, donde las temperaturas son algo más agradables para un satélite de su tamaño, la Luna se dejaba mimar por la sensación de unas merecidas vacaciones. Se había pasado años, qué digo años, se había pasado miles de millones de años escuchando las súplicas de los enamorados, las lágrimas de los olvidados, los suspiros de los recordados, había esperado a que astrólogos la situaran en su sitio, a que la pisotearan, pusieran banderitas, experimentaran con ella y tomaran como suya cuando en realidad ella no era de nadie... ya estaba bien, necesitaba unas vacaciones, las necesitaba de verdad...

La Luna se tomó dos días, dos únicamente, lo que viene siendo un fin de semana largo. Durante aquellos dos días con sus noches, la Luna leyó bastante, se puso al día con los sudokus que tenía recortados, durmió, durmió, ¡durmió!, escuchó la radio y tomó bastante el sol... pero como era de natural pálida, esto último le dio un poco lo mismo.

Cuando volvió a su sitio en el cielo se encontró a todo el mundo esperando, todo el mundo mirando a una misma dirección. La Luna, llena de profesionalidad, se colocó, buscó la luz que le tocaba, se giró provocando con su mejor perfil y se quedó quieta, muy quieta. Se quedó así un buen ratito, con algo de miedo, porque era lo suyo, que alguien dijera algo. Pero nadie dijo nada. La Luna abrió los ojos y miró con curiosidad lo que pasaba abajo.

Y entonces vio cómo los amantes se volvían a amar, los balcones volvían a ser escalados, los ladrones robaban otra vez con alevosía, los apocalípticos suspiraban con alivio, el hombre lobo prosiguió con su vida clandestina, en fin, las cosas volvieron a su cauce. Y la Luna, contenta y satisfecha, volvió a posar para los que la necesitaran. Para algunas cosas, pensó, no hay quién me sustituya...

miércoles, 25 de agosto de 2010

Hoy

A veces uno se queda vacío de lágrimas. Se ha llorado tanto y por tantas cosas que las lágrimas justificadas, las que de verdad nacen del dolor, se quedan congeladas en los ojos y no salen. Entonces la memoria, que es muy cabrona, toma la delantera y al no saberse parada por ningún acto físico que te distraiga, revive cada instante de sufrimiento como si fuera del minuto anterior.

Y de repente, la piel vuelve a tiritar ante palabras que se sienten orgullosas de ser mortuorias. El olor a hospital vuelve a ser nauseabundo. El grito desgarrado vuelve a cortar el aire mientras voces y ojos intentan buscar tu aliento, que se ha ido. Todo es negro, no estás allí, no quieres estar allí. Y es entonces cuando haces el esfuerzo por recordar que no es 2003, en Madrid, no es lunes, maldito lunes, asquerosamente caluroso de agosto. No estás allí, estás en casa. A miles de kilómetros de lo que marcó la vida y de lo que fue el comienzo de una serie de tristezas familiares en cadena. Estás en casa, estás en casa, repites como un mantra... estás en casa, en tu vida... en tu vida. En tu vida. A veces te tienes que reinventar la vida para dejar de maldecir.

Te tranquilizas un poco pero la memoria te la vuelve a jugar. Y sientes que el ahogo se queda en la garganta y no pasará de allí. Los ojos siguen secos. Sacudes la cabeza. Estás en casa, te repites, tranquila, estás en casa, estás en casa, estás en casa...

In memoriam. Paloma Gutiérrez de León y Ruíz de las Canales (1939-2003)

sábado, 26 de junio de 2010

De paseo


Venga, Javi, vámonos de paseo, que hace bonito y mamá tiene el día libre... Coge a Pablo, no te olvides de Piet, que ya sabes lo poco que le gusta quedarse solo en casa. Zumo, galletitas de arroz, crema factor 50, ¡gorra!, pies balanceándose, ¿lo tenemos todo?, vamos pallá, que tenemos que verlo to-do... Di hola Javi, ahí está Mevrouw Van der Berg. Di adiós Javi, que pasa el cartero. Calle a la derecha, calle a la izquierda, rotonda, ¿cuántos metros? Parada, besito de mamá, qué bien hueles, mi chiquitín... Pasamos por debajo del puente del tren... ¡Javi, que se va el tren... adiós, adiós! Y la manita que sale de la silla de paseo "¡dag, dag!"... ¡Bicicletas, perros enormes, los patos, qué bien se ve todo, mamá! La calle larga, que huele a shoarma, a madera, a vino, a coffeeshop y... ¡mira, un dragón volando!... tienda de frutos secos al final, ¡vade retro, Satanás! Zapatos de marca, la marca de mis zapatos, estos zapatos, que me hacen marca, ¿y si voy descalza? qué calor, qué calor tengo... qué guapa soy, qué tipo tengo... y Javi a las palmas... toma que toma que toma, toma que toma que toma... ¡tá! callejuelas, traviesas, escondidas, a medio sol, a pleno sol, a la sombra, un sol y sombra... "¡Ay!" y dedito que señala... ¿Qué ves, rubio? ¡El reloj de la iglesia! Tic tac, tic tac... Y esos piececitos que se balancean, se balancean... Dos extranjeros orgullosos, Javi, eso es lo que somos y la calle para nosotros solos... sigamos de paseo, mi niño, que si la ciudad se deja, la hacemos nuestra...

martes, 22 de junio de 2010

Deventer


Las razones para quererla son innumerables. Para empezar, la llaman la Moscú del IJssel por su tradición política. Tiene unos restaurantes para morirse, unas tiendas estupendas, los rincones más preciosos, las mejores librerías... Durante todo el verano hay mercadillos de antigüedades con auténticas gangas. Los lunes, los martes, los miércoles, los jueves, los viernes y, ah sí, los sábados hay mercado en algún lugar de la ciudad, con fruta y verdura fresca y, casi por definición, de cultivo biológico. En Navidad se celebra el festival de Dickens, en agosto el Boekenmarkt, en julio teatro callejero por toda la ciudad, en septiembre cine (¡gratis!) al aire libre en el Brink, en noviembre la ciudad se viste de lucecitas, en diciembre llega San Nicolás. Las casas son majestuosas y baratas, la gente amable y abierta, las aceras están llenas de árboles, las calles, de bicicletas, el centro, de peatones... La ciudad respira tranquilidad y suspira satisfacción, las puertas apenas se cierran con llave. Casi no hay semáforos y siempre huele a galletas de caramelo. Y por si fuera poco, adoran a los españoles.

La razón, sin embargo, para odiarla con toda el alma es una y sólo una: que Deventer no es Madrid.

viernes, 4 de junio de 2010

lunes, 3 de mayo de 2010

Aprendiendo a disimular


Hay dos libros que te ayudan a explicar a un niño pequeño en qué consiste su alergia: uno es "Allie, the allergic elephant" y otro "The princess and the peanut allergy". Javi manosea los libros y señala los dibujos esperando que yo le dé el nombre de todo (a mi hijo le encanta manosear libros y pasar las páginas rápidamente con sus deditos mientras lanza grititos de entusiasmo y ríe sin parar). Yo me río con él mientras, por dentro, intento buscar un equilibrio entre mis risas y la sensación de caminar con una granada en la mano a la que han quitado la anilla... y, todo esto, sin que Javi se entere.

jueves, 29 de abril de 2010

A por ellos, que son pocos y cobardes!!

Madre: "Vale, Javi, a ver, la cosa está así... qué prefieres ser: Leónidas y sus 300 o Jack Bauer contra Al-Peanuts?"

Javi: "Mamá, Leónidas acabó fatal..."

M: "Sí, la verdad es que se le fue un poco la fuerza por la boca. Además, los otros eran mogollón".

J: "Pero tenían el JU-JÁ!!!"

M: "Sí, eso sí: el JU-JÁ!!! mete miedo a cualquiera".

J: "Menos a Jerjes"

M: "Efectivamente, es que Jerjes era mucho Jerjes".

J: "Me dejas llevar casco?"

M: "No".

J: "Y un escudo?"

M: "Ya veremos".

J: "Puedo llevar capa?"

M: "Pero para qué quieres una capa!!??".

J: "Pues no sé... atrezzo".

M: "Nada de capas".

J: "Jolines. Bueno, pues entonces Jack Bauer contra los terroristas de Al-Peanuts".

M: "Vale, pero ten en cuenta que Jack Bauer estaba todo el día alerta y no paraba ni para hacer pis".

J: "Yo llevo pañal".

M: "Ah, se me olvidaba ese pequeño detalle...".

lunes, 5 de abril de 2010

"El diploma me venía de regalo en la caja de los Krispies"

Después de mucho resistirme y después de varias idas y venidas de virus (tanto besuqueo, achuchón y arrumaco trae este tipo de cosas), decidí ir al médico. Lo que en otras circunstancias, o más aún, en otro país del mundo desarrollado me resultaría absolutamente normal y poco intimidante, se convierte por estos lares en una experiencia incómoda que me retrotrae a mi más asustadiza timidez. Los paternalismos médicos no los entiendo y además siempre me han sacado de mis casillas.

La cosa fue más o menos así.

"Qué te pasa?". Tos salida del fondo de mi alma, mirada acuosa, voz de cacillera, 39,5 de fiebre, me encuentro fatal, creo que de ésta no salgo. "Abre la boca. Ajá, ya veo. Bueno, tienes placas en las amígdalas. No te mando antibiótico, es un virus. Toma paracetamol y descansa". "Placas en las amígdalas...". "Efectivamente, inflamadas e infectadas". "Las amígdalas, me ha dicho". "Efectivamente, las amígdalas". Los ojos se me fueron instintivamente a los numerosos diplomas colgados en las paredes de la consulta. "Paracetamol y descansar, no?". "Efectivamente, paracetamol y descanso".

Salí de la consulta del médico de guardia y me fui caminando a casa mientras sopesaba el porqué de mi silencio. Tal vez debía haberle contado que aún recordaba una mañana de invierno del 80, estar en brazos de mi padre y llevar un anorak rosa.... también podía haberle contado que recordaba la cama de un hospital, a mi tía Ana entaconada y a mi hermana con unos cuadernos y pinturas... también podía haberle dicho que aún conservaba el juego de cafetera en miniatura naranja que mi padre me regaló... incluso podía haberle comentado el hecho de que estaba feliz porque me dejaban comer helado todo el rato y que mi madre estuvo a mi lado cada día y cada noche, con una permanente cara de preocupación.

Pero sobre todo, lo que de verdad podía haberle contado era que hacía más de treinta años que me habían quitado las amígdalas en un hospital de Madrid, así que lo de las amígdalas inflamadas e infectadas se me hacía del todo improbable. En vez de eso, llegué a casa y me tomé dos paracetamoles sin rechistar. Es que con 39,5 mi asustadiza timidez toma los mandos.

Efectivamente.

lunes, 29 de marzo de 2010

Susceptibilidades de la treintena




La crema

Interior. Día. Perfumería con nombre que suena a organismo de vida unicelular. Joven dependienta de 24 atiende a espléndida mujer de 33 (recién cumplidos). "Estaba buscando alguna crema antiarrugas (que obviamente, no necesito aún y sé que tú también me lo vas a decir)". Dependienta observa con los ojos entrecerrados la perfecta piel de la clienta. Con una sonrisa que no puede anticipar nada bueno, realiza la siguiente observación: "Ésta es la que utiliza mi madre". Espléndida mujer de 33 levanta la ceja, planteándose la idea de machacar la cabeza de la amable dependienta con el bote de la antiarrugas.


Los vaqueros

Interior. Mediodía. Tienda de moda con música tecno (un cubata, please). Espléndida mujer de 33 (recién vapuleados) encuentra unos fantásticos vaqueros pitillo de un verde indescriptible. Valiente, orgullosa y decidida, se acerca a la caja donde un jovencito con acné juvenil desafía toda ley de la gravedad con su pelo pincho apuntando hacia el techo. El jovencito, con una sonrisa que sólo anticipa un berrinche de la mujer, lanza un: "Se lo pongo para regalo, ¿verdad?". Espléndida mujer de 33 piensa que es una suerte tener las piernas largas, así por bien seguro que las perneras de los vaqueros darán varias vueltas alrededor del estrangulado cuello del jovencito.


El autobús

Exterior. Tarde. Parada del autobús de nombre entre el 4 y el 6. Espléndida mujer de 33 (recién hechos trizas) se sube al autobús dando por bueno el día. No hay un sitio libre, la bolsa de la crema antiarrugas para la madre de la dependienta y la del vaquero envuelto para regalo pesan demasiado pero da lo mismo, a pesar de todo, es joven y con ella no van a poder un par de pipiolos. Nota que alguien la mira, da un golpe de melena, un jovencito que sonríe encantadoramente desde un asiento cercano, probablemente con intenciones pocos decorosas. Aleluya, no todo está perdido. Espléndida mujer de 33 siente correr dos lagrimones que van a caer al interior de las bolsas al oír las educadas palabras del joven: "Señora, ¿quiere usted sentarse?".